domingo, 18 de septiembre de 2011

JOSÉ CARLOS BONET VALLRIBERA, en la Sala Antiguo Mercado


PINTURA - OBJETO - INSTALACIÓN

José Carlos Bonet Vallribera es un pintor ibicenco que se inició en la pintura de la mano de Carlos Coronas, mientras estudiaba Diseño de Interiorismo en 1992, y dicen reconocer en su obra los colores y la luz del también artista pitiuso Vicent Calbet y la influencia de su tío, Josep Vallribera, al que debe el gusto por el gesto.
Después de una pausa creativa, en 2007 Bonet Vallribera vuelve con fuerza al panorama artístico con importantes exposiciones, tanto dentro como fuera de su isla natal, y esperanzadores proyectos en Munich y Barcelona.

El artista se siente cómodo navegando entre el constructivismo y el expresionismo. Entre las formas geométricas y las líneas de color de diferentes texturas y anchuras. En su obra la terca permanencia de lo ortogonal, el ángulo recto, lo vertical y lo horizontal, buscan en el color y el gesto moderarse y dar sensación de espontaneidad e incluso aproximarse a lo impulsivo y orgánico. La simplicidad minimalista se alía con las manchas de color en una exaltación expresiva que llena la obra de fuerza y rotundidad.
En este transitar entre la reflexión y la espontaneidad, Bonet Vallribera desarrolla su creatividad buscando e investigando entre materiales nuevos y viejos y formatos grandes y pequeños, en una permanente insatisfacción metódica y motivadora que lo acerca a nuevos caminos y lenguajes artísticos.
Así, en sus cuadros, en donde predominaba el collage con recortes de periódicos y cartones, los pigmentos, los barnices teñidos y las acuarelas tratadas, aparecen en su última exposición el metacrilato, los vinilos adhesivos, la luz fluorescente, el cartón pluma y los acrílicos, en cuadros/objeto que él llama cajas de luz.

Este otoño vendimial requenense se inaugura artísticamente con la presentación de los últimos trabajos de Bonet Vallribera, una cita en donde los juegos de luces, la profundidad, los colores y el gesto, la geometría y las texturas volverán a tomar el protagonismo de una obra siempre sorprendente que, con una inagotable energía creativa, destila la pura esencia del arte.

José A. Jesús-María
Director Técnico
Museo de Arte Contemporáneo
Florencio de la Fuente de Requena.


Bonet Vallribera es un pintor doblemente experimental, como demuestra por un lado su
itinerario creativo, en constante devenir. Si rastreamos su desarrollo pictórico nos
encontramos con una constante evolución que se manifiesta en una incesante búsqueda de materiales, un conocimiento cada vez más profundo de los valores plásticos y una
amplitud gradual en la utilización de técnicas artísticas puesto que grabados, esculturas
y pinturas nutren sus exposiciones. Estas cualidades de compromiso con el arte y con su propio lenguaje conjuntamente pocas veces se articulan en un solo artista.
Pero, por otro lado, en su proceso creativo, también observamos la experimentación,
son obras que se muestran oscilantes entre el orden y el caos, “entre el gesto irregular y el racionalismo geométrico, entre la libertad de acción y la medida ordenada” en palabras de la crítica C.Oliver. A este respecto podemos matizar con lo que Edgar Wind explicaba en su Arte y Anarquía, sobre el arte contemporáneo donde “la inventiva es un fin en sí mismo” se nos señala que la palabra “experimento” pertenece al vocabulario del laboratorio, pero no como los antiguos artistas entendían de química para hacer sus colores o de matemáticas para aplicar la perspectiva o los volúmenes, sino en un sentido más amplio que le confiere al arte la razón de su existir dentro de si.
Y es en este sentido en el que esta nueva exposición el “experimento” ha sido transferido al estudio del artista más que nunca, Bonet Vallribera actúa en su estudio como si estuviera en un laboratorio, y elementos extraños al oficio del pintor emergen: la energía eléctrica, la cristalografía, materiales nuevos como el vinilo o el metacrilato sin renunciar a los materiales nobles por ello o al gesto del pincel, pero sobre todo, como un prestidigitador experimentado, confundiendo y rescatando, duplicando y dividiendo, incluyendo y excluyendo, gracias a esta inventiva artística.


Para desarrollar esta capacidad arrebatadora de armonizar contrarios, de creación de espacios consciente, de definición de colores, para estimular la capacidad de sorpresa del espectador, parte Bonet Vallribera de las abstracciones del Siglo XX, toma de cada una de ellas rasgos esenciales y definitivos, del Suprematismo, del grupo De Stijl, del Expresionismo Abstracto Norteamericano, del Minimal Art … capta la geometría, el color, la luz, la planitud, las franjas, la emoción y la espiritualidad y experimenta con lo fundamental de estos lenguajes, para trascenderlos contemporáneamente a través de la convivencia y la simultaneidad.
Su energía creativa ha encontrado el efecto de transformar los hábitos perceptivos del espectador en la medida que crea espacios donde el reflejo es fundamental, donde las sombras completan la presencia de los colores, crea zonas irreales, fusiona formas, contagia colores, proyecta oscuridades e ilumina áreas, realizando una gran falla con respecto a su trabajo anterior, del cual procede, pero que le lleva a esta nueva inmensidad expresiva. En la confusión de los sentidos, en el contagio de cualidades, la magia aparece porque pinta sin colores, esculpe sin volúmenes, ilumina internamente con electricidad. Elimina las diferencias del plano de la realidad y de lo ficticio al borrar los límites físicos y al subrayar la esencialidad de los materiales y de la luz. Pura experimentación.

En las proyecciones de luces y sombras, desde la acumulación de bastidores y cables, en la
prolongación de los colores, desde los sutiles homenajes a la dimensión espiritual o los recovecos de la reflexión, en la presencia absoluta y fundamental de la geometría y con la evocación de la obra inmaterial o inacabada. El pasado y el presente de la abstracción se revitalizan.
Simultáneamente desaparecen las fronteras entre las disciplinas artísticas. La clasificación clásica de las artes se diluye. La pintura, la escultura y la arquitectura se funden, desaparecen los espacios definidos para cada una de ellas, los atributos clásicos se mezclan, de este modo sus cuadros no son bidimensionales: las sombras y los reflejos pertenecen a su definición, las geometrías se agudizan, las colores se iluminan, las sombras surgen esenciales, es como si sus cuadros anhelaran salirse “del marco”, de los convencionalismos; sus esculturas nos son tridimensionales, la luz y el reflejo, la geometría y la duplicidad, ofrecen una visión volumétrica y global, la escultura se magnifica, donde los soportes desaparecen y la ingravidez participa de su esencia y la arquitectura ya no es el espacio que acoge, de continente pasa a ser contenido. Dotando a la pintura de una cualidad objetual, a la escultura una cualidad pictórica y definitivamente, a la arquitectura le concede una cualidad plástica. La integración del experimento.


Nuria del Río Pinto
Suficiencia investigadora en Historia del Arte. 

Universidad de Granada

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